¿Recuerdan aquella frase tan manida que rezaba que "detrás de un gran hombre hay siempre una gran mujer"? La verdad es que había algo perverso en esa idea, algo que asumía que ellas no podían optar a la primera línea social, algo que las condenaba a ser entrañables secundarias de lujos.
Eso ya fue. Ahora sabemos que no es así. Nada de retaguardias. Es al lado de un gran hombre donde operan las grandes mujeres de su vida. Junto a él, a su par. O, aún mejor: es dentro de ese hombre donde habitan ellas, arquitectas últimas de su educación sentimental, de su bodegón ideológico, del jardín (más o menos selvático) de sus pensamientos.
La primera mujer que atravesó la vida del mítico periodista Iñaki Gabilondo fue, claro, su madre. De niño pensaba que era una santa. Lo pensaba en serio. De hecho, aún lo sospecha. La recuerda en bucle, embobado.
Iñaki fue el primero de nueve hermanos. "Mi madre tenía unas grandes convicciones religiosas. Trabajaba con mi padre en la carnicería. La recordamos con veneración. Ese tipo de mujer ya no existe, con esa visión tan sacrificada de su papel. Algo exagerada, quizá. Entendía la vida de forma muy misional. Tanto que resultaba mística", evoca, sonriendo.
Piensa en su delicadeza, en sus ojos tan azules y vidriosos, en su piel tan fina. En aquel mechón blanco que le cruzaba el pelo como un rayo. De ella heredó un profundo sentido de la bondad y de la responsabilidad. Una honestidad a rajatabla. "Éramos una familia modesta y de ella aprendimos la dureza de la vida sin discurso ninguno. La exigencia del trabajo bien hecho. Era una casa de puertas abiertas".
Tiene dos hermanas. Una médico y otra religiosa. "En mi familia todos somos grandes cumplidores, como los uruguayos, ¿sabes? 'Sabremos cumplir', dicen en su himno. Lo dicen como veinte veces", ríe. "Pues nosotros somos un poco igual".
Iñaki era un adolescente culto y sensible de San Sebastián que vivía en un mundo segregado. Las mujeres se pensaban a través de un cristal. Eran seres extraños, casi mitológicos. Las evoca ahora tomando un té desde un sillón del salón alfombrado y rojizo del Hotel Santo Mauro. Una lluvia suave repiquetea fuera.
Iñaki Gabilondo: "Entendí el mundo de las mujeres en la universidad"
"El momento que más determinó mi manera de entender a hombres y mujeres fue el primer curso en la Universidad. En los años 60 vivíamos separados por completo, ni siquiera había trabajos mixtos. ¡Y lo de ligar, buf…! Encima en el País Vasco", bromea.
"Cuando empecé a estudiar Periodismo y Filosofía y Letras, en mi clase había como 40 chicas y tres tíos, y toda la clase se desarrollaba prácticamente en femenino", recuerda. Ahí entendió que su mirada (la mirada de todos) hacia las chicas del mundo estaba sustenta en "enormes equívocos".
"Con qué naturalidad se contaban las cosas, con qué claridad y qué gracia: que si qué guapa estás, que qué tal con tu chico, que si tienes la regla, que qué tal tu madre", relata. Aprendió de ese don para la conversación. Empezó a relajarse. Hizo buenas amigas.
"Era un momento en el que la mujer era un ser claramente subordinado y aureolado. Primero se la marginaba y luego se le ponía una orla que la elevaba… y la castraba. Se honraba teóricamente a la mujer, pero estaba colocada en un nicho sin salida. Se le profesaba una admiración tramposa: sólo si no salía de su jaula", reflexiona.

Iñaki Gabilondo en el Hotel Santo Mauro.
"Mis amigas me contagiaron esa charla, ese hablar de lo de uno. Fue algo totalmente nuevo. Teníamos la misma edad y a ellas les gustaban chicos mayores que yo. Me han dicho muchas veces que soy un poco chica en ese sentido, que soy muy poco púdico a la hora de hablar de mis sentimientos y los cuento con naturalidad", dice.
¿Y cómo fue su primer contacto físico con una mujer?
¡Eso era un horror! Era como salir a cazar. Era antinatural, violento, ortopédico, ridículo, lamentable. De ahí salimos tarados todos, nosotros y ellas.
Nos mirábamos como caballos o vacas. Intentabas acercarte y en una tarde coleccionabas 50 calabazas. Nos veíamos los domingos en Hernani o en Rentería y se efectuaba aquel juego horroroso…
Al poco me convertí en activista frente a mis amigos. Les decía ‘oye, es que es un horror que vayamos ahí al puro encuentro, ¡no las conocemos de nada!’.
Fuimos formados de la peor manera posible. Era todo degradante, para ellas y para nosotros. Tengo la impresión de que muchos hombres de mi generación no han podido superar eso nunca, por mucho que se hayan intentado adaptar. Estábamos deformados de nacimiento.
¿Tenía usted éxito?
No mucho (sonríe). Ligábamos en grupo. En el fondo éramos muchachos muy cobardes. Si uno ligaba, los demás intentábamos disfrutar de ese favor. Los exitosos se ponían por delante. Pero la primera chica que me gustó mucho, mucho, fue Maite, mi primera mujer, que luego murió.

Las manos de Iñaki Gabilondo durante la conversación con esta revista.
Maite Egaña fue su primer gran amor. Se casaron. Tuvieron tres hijos: Iñaki, Urko y Ainhoa. Fueron felices, rabiosamente felices. Maite falleció a los 36 años de una enfermedad renal que la tuvo ocho imposibilitada y largo tiempo en coma.
"Cuando llegó Maite, pasó algo, algo reconocí. Era el amor. Es como con la belleza, que es difícil de describir, pero cuando la encuentras la reconoces. El amor es una perturbación intensa en todos los sentidos. La percibí con claridad absoluta, sin ninguna duda", declara.
"He sido poco mitológico, pero me interesaban las dos Hepburn, Audrey y Katherine. Siempre me han gustado las mujeres con mucha personalidad y nunca creí en las medias naranjas"
¿La inteligencia es el auténtico erotismo, por la conversación se llega al amor? Siendo usted un hombre de palabra…
No sé, es un milagro. ¿Por qué un hombre y una mujer se encuentran? Forma parte de un misterio, como la comunicación.
Dices "este hombre, qué gracia tiene contando chistes", y, ¿qué es exactamente eso? Otro cuenta el mismo chiste y no funciona. O uno que canta un poco peor te conmociona y otro que canta mejor te deja frío. Yo no sabría explicar el amor. Nadie sabe.
¿Cuáles fueron sus grandes mitos eróticos?
He sido muy poco mitológico. A mí las dos chicas que más me han interesado han sido las dos Hepburn. Audrey Hepburn y Katharine Hepburn. Dos mujeres diferentes, pero con mucha personalidad.
Siempre me han gustado las mujeres con mucha personalidad. Nunca creí en las teorías de las medias naranjas.
No me ha dicho ninguna española.
Hace muchos años escribí una cosa que hablaba de las chavalas y las tías. Cuando éramos chicos, teníamos esos universos separados.
Las chavalas eran las que iban al cole de San Bartolomé, las que un día serían nuestras novias y algún día las madres de nuestros hijos. Y luego estaban las tías, que eran las que salían en revistas, que tenían "cutis", y "epidermis"… las nuestras no, las nuestras tenían "piel".
Entre lo cercano y lo inaccesible.
Sí, pero a mí lo otro, lo soñado, no me ha llegado a tocar: he sido capaz de admirarlo, pero no ha llegado a penetrar en mí. Me ha conmovido y emocionado lo que tenía más cerca. Más las chavalas que las tías. Las compañeras, las vecinas, las amigas. Siempre he perdido el oremus por personas próximas.

Gabilondo posa a través de una ventana del Hotel Santo Mauro.

Iñaki Gabilondo en una estancia del Hotel Santo Mauro.
Fue traumático perder a su mujer Maite, pero también lo fue, en cierta manera, enamorarse de Lola [Carretero, su pareja hasta hoy] durante la enfermedad de su esposa. ¿Qué aprendió en aquellos años del amor y del dolor?
Eso daría para escribir un libro. Fueron muchos años, ocho o nueve. Fue muy duro. Tú percibes cómo tu amor se transforma y eso es brutal. Descubres que empiezas a no tener una mujer y empiezas a tener una hija más.
Empiezas a descubrir que te 'cabe' una mujer porque ya no tienes una mujer… a la que no dejas de querer, al contrario, ¡nunca la has querido más!, pero la quieres de manera distinta.
Son muchos años viviendo en una normalidad médica que te cambia completamente las cosas. Lo primero que descubres es eso: hay muchas maneras de entender el amor, y no hay un único amor a compartir, cada uno es entero.
No es un pastel del que repartir los trozos.
Exacto, tu amor no ha perdido ni un milímetro de tu calidad ni de su cantidad, pero sientes que ha pegado un viraje. Los amores son entidades integrales, únicas e irrepetibles, completas, no hay una especie de bolsa de amor de la que vas entregando pedacitos de tu corazón a tus sucesivos amores.
Fue una historia brutal, y marcó profundamente mi vida.
¿Sintió culpa?
No tenía mucha sensación de culpa, tenía la sensación de estar siendo zarandeado. No llevaba el timón de las cosas. No es lo mismo que hubieran sido seis meses a ocho años.
"Me siento el hombre más querido de Madrid. Es acojonante mi amor con mi mujer, Lola. Soy su cómplice. Ella señala mis contradicciones"
¿Cómo es Lola?
Es una mujer de verdad.
¿Cómo se enamoró de ella?
Perdidamente (ríe). Lola es una mujer… qué sé yo, a veces he dicho "a Lola la puedes engañar, pero tú no te puedes engañar con ella".
Es una mujer que te enfrenta contigo mismo y con tu autenticidad cada minuto que pasa. Yo creo que soy el hombre más querido de Madrid. No creo que a nadie le puedan querer más que a mí. Y no creo que a nadie le cuiden como Lola me cuida a mí, con mayor voluntad, con mayor empeño o intención de que yo esté bien.
Es una cosa absolutamente acojonante. Ella nunca hubiera permitido que yo me traicionara. Su manera de vivir, su manera de entender la vida… yo soy un cómplice absoluto de ella, siempre, y no hubiera podido ser otra cosa. No ha habido concesiones.

Iñaki Gabilondo durante la conversación.
Lola es como es, yo soy como soy, así nos hemos querido, así nos seguimos queriendo. Nos amamos, nos ayudamos a muerte. Yo soy cómplice de su libertad y no de lo contrario. Ella es muy exigente en su relación con el otro, ya sea hombre o mujer, y no acepta de forma pastelera las cosas. Ella quiere su sitio y quiere que se la reconozca y a mí no me cuesta mucho, claro. Ella señala mis contradicciones.
Es una mujer feminista, sin aspavientos, con mucha verdad. Y hemos vivido juntos nuestro proceso de transformación también, porque la sociedad ha cambiado mucho. Yo soy un machista profundo por formación y un feminista por convicción. Pero la gente de mi generación… todos nos vamos a morir con una dosis de machismo brutal.
Le quería preguntar por su hija, por su crianza. ¿Cambió en algo la educación de la chica respecto a la de los chicos? ¿Qué tipo de padre ha sido para Ainhoa?
Seguramente, mucho peor de lo que hubiera debido. He estado tan ocupado… lo hemos hecho entre Lola y yo. Hubo un momento en el que Lola y yo tuvimos una crisis, porque claro está, nuestra historia fue muy difícil.
Hay mucha gente que cree que somos como Pili y Mili, pero en todos estos años hemos pasado muchísimas vicisitudes. Lola era una chica joven, de 28 años, que tenía 50 novios, y tiene la desventura de que se enamora de un señor que tenía tres hijos, y coge, lo deja todo y se viene conmigo.

Iñaki Gabilondo posa en el Hotel Santo Mauro.
Cualquiera que no sea idiota se puede imaginar que esa historia ha pasado por 78 vaivenes. Pasos adelante, pasos atrás, "déjalo", "no puedo", "escápate de aquí", "seguimos"… un amor complicado sometido al test del frío y el calor.
Hubo un momento en una crisis fuerte que tuvimos, en la que los chicos ya no estaban en casa, pero Ainhoa sí, y ella me dijo "oye, ¿os vais a separar? Porque si os separáis, yo me voy con Lola" (ríe). "Tú me mimas mucho, pero Lola me enseña, Lola me exige…".
Qué grandeza la de Lola, cómo se lo echó todo a la espalda, cómo supo querer a sus hijos. Es admirable.
Lola se entregó con toda su alma, incluso renunció a tener hijos para poder no fallar en esta historia en la que se jugó la vida: no hay ningún tipo de cursilería en el elogio que yo hago de ella.
Nunca le haré suficiente justicia. Entre los dos hemos sacado adelante a Ainhoa, que luego tuvo la mala suerte de que se puso enferma también, como su madre.
Volvimos a vivir otra vez el mismo lío, pero Ainhoa aprendió a ser una mujer rebelde, aunque sea una chica que ya no puede ni trabajar, tiene invalidez total. Estuvo muy enferma, casi muere, y al final, un trasplante la salvó. Mantiene un nivel de alegría que llama la atención, es una optimista impresionante, y es valiente para hacer valer sus cosas.
¿Cuáles son sus comunicadoras favoritas de España?
Todas las que han llegado a posiciones destacadas me inspiran mucho respeto. A las que más conozco son Angels Barceló, Ana Pastor, Silvia Intxaurrondo, Julia Otero…
¿Qué hay de Ana Rosa Quintana?
No es sólo una comunicadora. Ella es el poder.
Hablando de mujeres y poder, ¿cuál es su personaje histórico femenino favorito?
Mariana Pineda.
¿Y su política favorita?
Lo fue Carme Chacón.
"Hace mucho que este país está preparado para tener una presidenta del Gobierno, pero ahora mismo no hay ninguna con posibilidades, ni Ayuso. En su día pensé en Calviño"
¿Cómo analiza el liderazgo de Yolanda Díaz y el de Ayuso?
Ayuso me ha sorprendido: nunca había tenido la impresión de que tuviese el suficiente tonelaje. Reconocer eso está fuera de toda discusión. Maneja unos pensamientos que a mí no me gustan, pero es una mujer que ha llegado extremadamente lejos.
La suya es una aventura personal de absoluto éxito, de éxito descomunal, inesperado y para mí un poco misterioso.
Y el caso de Yolanda Díaz, lo mismo pero un poco menos misterioso: ella ha sido una currante de base. Yolanda creo que ha remado más, tiene más convicción vital, porque en el caso de Ayuso hay una pequeña revolea de la vida.
¿Este país está preparado para tener una presidenta del Gobierno?
Hace mucho que está preparado.

Iñaki Gabilondo en un momento divertido de la entrevista.
¿Cuáles son las mujeres de primera línea de la política que crees que tienen posibilidades de llegar a ser presidentas del Gobierno?
Ahora mismo, ninguna. En un momento me pareció que Calviño tenía posibilidades. No digo cualidades para ser, sino posibilidades. Ahora no creo que ninguna de las que hay tenga posibilidades…
En el PP, Ayuso no tiene posibilidades. Aunque parece que es la que más tiene, ¿no? Pero me cuesta imaginar que pueda llegar tan arriba en un partido estando Juanma, por ejemplo. Y en el PSOE no creo que la número dos pueda llegar a ser presidenta. No creo.
¿Qué hay de la reina Letizia?
Me gusta mucho la reina Letizia. El esfuerzo que ha tenido que hacer… el viaje, el recorrido de esta chica de ser lo que era a lo que es… ha debido de ser una aventura de una dificultad tan extraordinaria que me parece inexplicable que la gente no la observe con respeto.
Su papel está siendo, a mi juicio, extremadamente positivo. Creo que le ha hecho mucho bien a Felipe.